La innovación del corazón: Sentir el origen de ser maestro.

Francisco Javier Álvarez Torres
3 min readJan 26, 2021

¿Por qué eres maestro? ¿Cómo vive en mi cuerpo la labor de enseñar a jóvenes a ser mejores personas? ¿Seguiré enseñando de la misma forma? ¿Cómo será la vida en los próximos años? ¿Seremos mejores seres humanos?

Las preguntas se agolpan en mi cabeza como flechas punzantes que me recuerdan lo frívolo del mundo moderno. Ansiedades creadas alrededor de cifras, nuevas herramientas tecnológicas y el llenado de formatos de indicadores que solo recuerdan que formamos parte de una gran rueda que nunca para. Y ahí esta, el mundo hiperconectado, omnipresente, donde todo urge, todo es importante, no hay tiempo ni para respirar o para sentirse vivo, pues el reloj, los pagos o llegar temprano al transporte público han sumado al imperdible cubrebocas que nos recuerda inequívocamente que todo ya cambió y que seguirá cambiando; recuerdos de ansiedades efímeras del mundo Covid.

Photo by Marc-Olivier Jodoin on Unsplash

Carmelita, mi madre, recostada en su cama reza al Creador por sentirse mejor, pide fervorozamente por cada uno de sus hijos y por una humanidad unida. La escena es endulzada por el rasgado nostálgico de un violín viejo de alguna sonata de Bach mientras escribo estas líneas.
La ocasión me hace recordar la temporalidad de nuestros actos, sentir el regalo de la consciencia elevada que cada día nos regala esta realidad, pero también la responsabilidad de mi labor como maestro de jóvenes, especialmente en esta era de fragilidad, sensibilidad y búsqueda.

¿Cómo ser maestro en una era en donde la pantalla nos brinda verdades eternas, placer inmediato o comida a un clic de distancia?

Hemos borrado paulatina pero certeramente la sensación curiosa de preguntar a la persona sentada al lado de nosotros, de reconocer en el otro o en la otra la capacidad de sentir, de enamorarse o de sentirse atraído por una conversación. De aquellos días donde era emocionante conocerse, platicar y sentir.

Hemos borrado la capacidad de escuchar las emociones, las fragilidades e historias de los otros; pues en el Zoom hay que optimizar el tiempo. No hay tiempo que perder, hay que seguir produciendo.

Pero…

¿Vamos a un mejor lugar?

Ser maestro me conecta con mi origen, me recuerda lo importante de mantener un pensamiento emancipado y crítico, me conecta con reconocer las emociones de la escucha en mis estudiantes, de promover la escucha en sus hogares y sobre todo amar desde todos los aspectos de la realidad que se me presenta, aunque algunos sean desagradables. Ser maestro en esta era se empieza por el corazón.

Escuchar a mi octogenaria madre su amor desvocado por la música, sus travesuras con mis abuelos y reír con ella al compararse con mi hija, no solo me hace recordar mi humilde origen genealógico, sino la oportunidad que me brinda la pasión de ser maestro, un promotor de la innovación del corazón para los jóvenes, la emoción, la escucha y el amor, Carpe Diem.

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